Aceptamos y no nos resignamos

Incorporar la aceptación en nuestro camino, en nuestra vida, implica no posponer la vivencia plena de nuestra existencia esperando a que las emociones desaparezcan. No nos paramos, no nos sentamos y dejamos pasar la luz del día hasta que cambie el tiempo y no veamos nubes en el cielo. 

Aceptamos la dificultad de nuestra historia vital condicionada por nuestra autoestima dependiente, "el qué dirán", por los pensamientos, sentimientos y emociones que nos envía cada día nuestra mente, mientras encontramos nuestro camino de ascenso, incluso escalada, en nuestra propia montaña, explorando nuestras posibles rutas.

El clima es así, nubes, lluvia, sol, frío, calor... Se trata de dar pasos hacia adelante en la dirección que elijamos, siempre conscientes de nuestros valores y propósitos, mirando a nuestra cima. Observamos lo que surge, lo que nuestra mente nos envía, y lo que nuestro cuerpo nos expresa en cada paso del camino, permitiendo que todas esas experiencias en lugar de sentirlas como amenazas, sean parte integrante de nuestra vida sin intentar controlarlas, reducirlas o eliminarlas.

En esencia, se trata de no taparnos los ojos o escondernos como una avestruz, no dejarnos llevar por el deseo de ocultarnos bajo tierra, en definitiva, de no escapar de nuestras emociones, de no evitar enfrentarnos a ellas, de no olvidar su presencia, de no mentirnos a nosotros mismos ni ocultar nuestra realidad. 

En lugar de eso, nos exponemos a nuestras emociones, nos permitimos sentir lo que sea que estemos experimentando y aprendemos que esos pensamientos y sentimientos difíciles no deben convertirse en obstáculos que nos impidan llevar a cabo aquellas cosas que son realmente importantes para nosotros.

La autoestima, con nuestros valores, como una brújula interna, nos guía, aunque no nos demos cuenta, a cada uno de nosotros en la escalada hacia la cima de nuestra exclusiva montaña, de nuestra vida. Heredada de las experiencias vividas en familia, con amigos, compañeros, profesores, figuras de autoridad..., esta brújula puede ser tanto un faro que nos orienta como una cadena, como una mochila cuyo peso nos limita. La autoestima dependiente, condicionada por la valoración externa, nos empuja a buscar la aprobación constante, nos despista de las distintas posibilidades y oportunidades de nuestro verdadero camino, alejándonos del pico de la autenticidad.

La autocompasión emerge por una parte como un piolet que nos permite escalar hacia una autoestima independiente, liberándonos de la necesidad de aprobación constante, y por otra como un entrenamiento (auto), que nos permite fortalecer todos los músculos de nuestro cuerpo para llevar con nosotros una mochila con suficiente lijereza que no nos impida caminar por donde realmente queremos hacerlo. 

Se trata de aceptarnos tal y como somos, sin máscaras ni miedos al juicio externo. No existe una ruta única, sino un viaje personal donde cada paso nos acerca a la autenticidad, a la cima de nuestro ser, abrazando emociones difíciles. En este viaje, la aceptación es el oxígeno que llena nuestros pulmones. Aceptar nuestras emociones, incluso las más desafiantes, nos permite comprenderlas y caminar con mayor flexibilidad. 

No se trata de resignarnos a ellas pasivamente ni negarlas, ni "engañarnos" sino de observarlas sin juzgarlas, permitiéndonos sentir el viento en contra que golpea nuestro rostro, liberando nuestro potencial infinito, como es vivir la vida que queremos vivir cada minuto (60 segundos), hora, día...

La investigación ha demostrado que la mentalidad de aceptación facilita el afrontar los desafíos más formidables. Al reconocer que nuestras emociones no son un obstáculo, sino parte de la escalada, nos sentimos más libres para actuar en base a nuestros valores a largo plazo, siguiendo la brújula de nuestro corazón, enfrentando a los demonios de la montaña.

Es natural luchar contra las emociones difíciles o intentar evitarlas, buscando refugio en las grietas de la montaña, o controlarlas intentando "mentalizarnos". Si bien estas estrategias pueden brindar un alivio temporal, nunca son soluciones a largo plazo. Priorizar la evitación y el escape nos aleja de una vida plena, enfocándonos en esquivar el malestar en lugar de vivir con plenitud, aceptando el regalo de la incomodidad.

La aceptación es un obsequio invaluable que todos lo tenemos accesible y que nos permite perseguir nuestros valores con mayor determinación, sin importar la opinión o crítica de los demás. Cuando aceptamos la incomodidad inherente a nuestra historia personal, como una pendiente empinada que nos exige esfuerzo, podemos enfocarnos en tomar acciones que nos acerquen a lo que realmente importa, al tesoro que buscamos, transformando el dolor en valor. Percibiendo que aquello que nos amenaza, nos preocupa, nos duele puede ser la otra cara de aquello que anhelamos.

Las experiencias que más valoramos a menudo también son las que generan mayor dolor, como las tormentas que azotan la montaña. La autoestima compasiva nos permite aceptar este dolor, consiguiendo que no se transforme en sufrimiento, como parte integral de nuestra vida auténtica, permitiéndonos actuar en base a nuestros valores más profundos, navegando con un propósito, avanzando sin prisa, con la calma del amanecer de cada día.

Las narrativas negativas de la autoestima dependiente pueden obstaculizar nuestro camino hacia la plenitud, como piedras que amenazan con hacernos tropezar, como hielo que al pisarlo nos hace perder el equilibrio. Sin embargo, no es necesario cambiar con frases "bonitas" estas historias antes de comenzar a escalar. La invitación es a empezar ahora, llevando nuestras dificultades con nosotros como parte del viaje. Solo al tomarlas con la mano con cariño, al escalar con atención en cada paso, podemos descubrir su verdadero impacto en nuestras vidas.

Aceptar nuestra autoestima dependiente no significa resignarse a ella. Es el primer paso para romper las barreras que nos impiden ser auténticos. La autocompasión nos permite escalar con una autoestima independiente y genuina donde la autenticidad, los valores personales y la aceptación sean los faros que iluminen nuestro camino en la desafiante pero gratificante escalada, ascenso, hacia en la montaña, en nuestra vida.


José Javier