Centrarnos exclusivamente en el sufrimiento pasado, refuerza creencias negativas sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, lo que a su vez puede perpetuar patrones, reglas de pensamiento y comportamiento desadaptativas.
Centrarnos exclusivamente en el sufrimiento pasado, refuerza creencias negativas sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, lo que a su vez puede perpetuar patrones, reglas de pensamiento y comportamiento desadaptativas.
Cuando nuestro recuerdo de la historia vital está anclado en experiencias percibidas desde nuestro punto de vista como negativas, olvidando las positivas, estamos construyendo una narrativa personal sesgada.
Esta visión de nuestra vida, donde los recuerdos de sucesos percibidos y sentidos como dolorosos eclipsan los momentos de alegría y crecimiento, puede tener un impacto significativo en nuestro bienestar emocional y en nuestro desempeño.
Al centrarnos exclusivamente en el sufrimiento pasado, reforzamos creencias negativas sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, lo que a su vez puede perpetuar patrones, reglas de pensamiento y comportamiento desadaptativas.
Este fenómeno se ve exacerbado cuando las terapias, en un intento por validar nuestras experiencias, se centran de manera exclusiva en los aspectos negativos, sin reconocer la complejidad y la riqueza de la experiencia humana. Al hacerlo, se corre el riesgo de confundir la validación de estos recuerdos dolorosos con una representación objetiva de la realidad, lo que puede llevar a aumentar la percepción negativa de la infancia y adolescencia y a excluir las experiencias positivas, construyendo una visión limitada y pesimista de nuestra vida.
Las terapias contextuales buscan flexibilizar la tendencia natural de la mente a priorizar lo negativo, un fenómeno conocido como sesgo de negatividad, donde nuestra mente, nuestro lenguaje actúa, en un intento de protegernos, prestando más atención a las amenazas y experiencias dolorosas, ya que en el pasado esto era fundamental para nuestra supervivencia.
En el contexto actual, el dolor de este sesgo puede generar sufrimiento innecesario al mantenernos atrapados en el pasado y dificultar la construcción de un futuro acorde con nuestros anhelos. Estas terapias buscan ayudar a las personas a flexibilizar de este patrón mental desadaptativo y a cultivar una relación más saludable con sus pensamientos y emociones.
Desde ACT se enfatiza la aceptación de todas las experiencias, incluidas las negativas, mientras se promueve un compromiso con acciones basadas en valores personales.
ACT nos invita a ver nuestros pensamientos y emociones como invitados indeseados en nuestra mente, pero que no tienen por qué definirnos o controlarnos. En lugar reflexionar, analizarlos para luchar contra ellos, ACT propone una actitud de aceptación radical, que consiste en reconocer la presencia de estos pensamientos y sentimientos sin juzgarlos ni intentar cambiarlos.
Al aceptar nuestras experiencias tal y como son, sin resistencia, liberamos la energía mental que antes invertíamos en la lucha contra ellas y podemos centrarnos en lo que realmente importa: vivir una vida coherente con nuestros valores.
Si una terapia refuerza la idea de que el pasado debe ser combatido, rechazado u olvidado, puede llevar a una lucha interna que refuerza la fusión cognitiva, donde los pensamientos negativos son vistos como realidades absolutas. ACT propone la defusión cognitiva para ayudar a las personas a ver sus recuerdos negativos como solo pensamientos, y no como verdades inalterables, fomentando una aceptación radical que incluye tanto lo negativo como lo positivo.
Desde la RFT, el lenguaje y las relaciones entre marcos relacionales juegan un papel clave en cómo una persona estructura su experiencia de vida. Nuestra mente crea relaciones arbitrarias entre diferentes estímulos y eventos, formando lo que llamamos "marcos relacionales". Estos marcos nos permiten categorizar, comparar y evaluar el mundo que nos rodea, pero también pueden llevar a una visión rígida de la realidad.
En el caso de las personas que se centran sobretodo en los aspectos negativos de su vida, sus marcos relacionales tienden a enfatizar las experiencias dolorosas y a minimizar las positivas. Una intervención efectiva desde esta teoría implica recontextualizar las experiencias pasadas, ayudando a la persona a desarrollar nuevas conexiones que incluyan tanto los aspectos positivos como negativos de su historia.
La RFT propone que al flexibilizar estos marcos relacionales, es posible cambiar la forma en que una persona experimenta el mundo y a sí misma. A través de diversas técnicas, como la defusión contextual y la perspectivación.
La autocompasión fomenta el reconocimiento de que es normal tener una mezcla de experiencias en la vida, y que tanto las positivas como las negativas deben ser validadas. Nos invita a reconocer que somos seres humanos imperfectos y que cometer errores es parte fundamental y esencial de la vida. Se centra en tratarse a uno mismo con amabilidad y comprensión, lo que es esencial cuando una persona se ve atrapada en una narrativa negativa, a menudo teñida de vergüenza o culpa hacia nosotros y hacia los demás.
La vergüenza surge cuando nos comparamos desfavorablemente con un ideal, mientras que la culpa está ligada a acciones que percibimos como dañinas. Ambas emociones pueden generar sufrimiento y dificultar el crecimiento personal.
Al cultivar la autocompasión, podemos romper los ciclos de autocrítica y vergüenza, y abordar la culpa de una manera más constructiva. En lugar de castigarnos por nuestros errores y fracasos, la autocompasión nos permite aprender de nuestras experiencias, crecer a partir de ellas y suavizar la autocrítica, reconociendo que todos enfrentamos desafíos y que nuestras historias personales son complejas y multifacéticas.
Cabe destacar que nuestro lenguaje, la mente humana, debido al sesgo de negatividad y a la rumiación, tiende a dar más peso a las experiencias negativas. Este mecanismo, aunque originalmente adaptativo para protegernos de peligros, genera una visión sesgada de nuestra historia personal, favoreciendo la aparición de pensamientos negativos recurrentes y emociones desadaptativas.
Las terapias que solo se enfocan en lo negativo pueden inadvertidamente reforzar esta tendencia, aumentando el sufrimiento en lugar de aliviarlo. Por lo tanto, desde los enfoques contextuales, es crucial promover una visión más equilibrada y flexible de la historia personal, que incluya tanto lo positivo como lo negativo, para favorecer una vida más plena y alineada con los propios valores y aspiraciones.
Al cultivar la atención plena, podemos observar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos, mientras que la gratitud nos permite centrarnos en los aspectos positivos de nuestra vida. Nuestros pensamientos son solo conductas mentales y no necesariamente reflejan la realidad.
Al tomar perspectiva de nuestros pensamientos negativos y al flexibilizar nuestros marcos relacionales, podemos reducir su impacto en nuestras vidas, tratarnos a nosotros mismos con amabilidad y comprensión, sin juzgarnos por nuestros errores; aprender del pasado sin quedarnos atrapados en él, y orientarnos hacia un futuro más esperanzador.
Al reconocer que el pasado ya ha ocurrido y que no podemos cambiarlo, podemos enfocar nuestra energía en el presente y en construir un futuro más positivo.