La autoestima contingente y dependiente de la validación externa

una barrera de nuestra mente

franqueable


La autoestima dependiente de la validación externa, comparativa, es una conducta aprendida de nuestra mente; una barrera en nuestro desempeño familiar, social y académico/profesional y en la construccion de nuestro autoconcepto auténtico.


Cuando definimos con sinceridad e intimidad nuestro autoconcepto  pensamos en nuestra persona de forma integral, cómo nos percibimos y cómo nos comprendemos. Abarcamos la percepción y comprensión en primer lugar como ser humano, nuestras características físicas, nuestra resilencia, nuestra autoeficacia, roles sociales, creencias, valores... 


La resiliencia y la autoeficacia son conceptos relacionados pero diferentes. Nuestra resiliencia es la capacidad que todos tenemos para adaptarnos, recuperarnos y crecer frente a situaciones de adversidad, trauma, estrés o dificultades que todos tenemos a lo largo de nuestra vida. La resiliencia implica nuestra habilidad de resistir, superar y aprender de los desafíos, fortaleciéndonos en el proceso. 


Nuestra autoeficacia es nuestra creencia en la capacidad que tenemos para ejecutar y completar con éxito una tarea específica o alcanzar un objetivo en particular. Es la confianza que cada uno tenemos en nosotros mismos para manejar situaciones y lograr los resultados deseados conforme a nuestros verdaderos valores. La autoeficacia influye en el nivel de esfuerzo y persistencia que estamos dispuestos a dedicar a una tarea, así como en su capacidad para enfrentar desafíos y superar obstáculos.


Así el autoconcepto es una construcción cognitiva que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, desde bebé y está condicionada por nuestra autoestima: cómo evaluamos el valor que tiene para nosotros nuestra imagen, nuestras competencias, nuestras creencias... y el grado de seguridad percibido en nuestro contexto familiar y en las relaciones cercanas.


Así pues la autoestima, que determina la estabilidad de nuestro autoconcepto, nuestra resilencia y nuestra autoeficacia, es un constructo, un concepto configurado por unos pensamientos de nuestra mente sobre nosotros mismos (conducta privada y subjetiva), de nuestro propio valor, intrincado, aprendido, moldeado y modelado en nuestras interrelaciones, nuestras experiencias, con nuestro entorno, desde la temprana crianza (con el tipo de apego seguro/inseguro desde bebé), en la familia más íntima, y condicionado en el contexto de una sociedad y cultura impregnadas de normatividad, normalidad, competitividad y perfeccionismo, así como de críticas y juicios públicos.


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De una autoestima dependiente e incapacitante a una autoestima genuina y autocompasiva: proceso de enseñanza y aprendizaje para un cambio comprometido de paradigma

La vida es una constante oportunidad de superación de retos que nos proyectan a nuestros propios valores. El estrés, la adversidad, la preocupación por no ser lo suficientemente bueno en algún aspecto de la vida, los éxitos, logros, errores y fracasos en el desempeño forman parte de cada día, y no hay una forma saludable de inmunizarse contra la experiencia de pensamientos y sentimientos difíciles. 


Eventos nuevos, desafiantes y difíciles en la familia, en nuestro entorno social, en nuestra vida académica/profesional… junto con nuestra historia negativa, los pensamientos negativos y críticos, y la preocupación, sensaciones ansiosas de no ser lo suficientemente bueno y aceptable, nuestras insuficiencias, nuestro dolor, son prácticamente inevitables.

Son experiencias aprendidas (pensamientos, sentimientos, sensaciones, emociones recuerdos) que forman parte de nosotros, con las que hemos sobrevivido y que no se pueden derrotar ni eliminar. Una historia de autoestima que al intentar luchar con ella, a controlarla, en ocasiones nos ha frenado y nos ha hecho perder oportunidades.


Cada uno de nosotros somos más que nuestra historia personal, nuestras experiencias (positivas y negativas, de amor o de maltrato...), creencias sobre nosotros y sobre el mundo (útiles e inútiles) y reglas para sobrevivir (eficientes o ineficientes) aprendidas en nuestra infancia y adolescencia, con nuestros padres, hermanos, abuelos, tíos, vecinos, amigos, compañeros de clase, profesores... A lo largo de nuestra vida todo pasa, y nosotros lo observamos... y siempre estamos ahí.


Comprender, aceptar y a su vez desafiar y debilitar este paradigma implica un cambio radical en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo. El comienzo del camino está en comprender de forma consciente nuestra compleja -y a veces difícil de ver y describir- historia vital y cómo influye en nuestro comportamiento; está en desarrollar nuestra capacidad de identificar, aceptar y cuestionar los patrones de pensamiento perjudiciales, y aprender a desarrollar una visión más equilibrada y realista de uno mismo, dando voz a todas nuestras identidades.


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Contexto de crianza para aprender y desarrollar durante la infancia y adolescencia una autoestima genuina: apego seguro y compasivo


Los seres humanos tenemos una necesidad innata de formar vínculos emocionales con las figuras de apego, especialmente durante los primeros años de vida. El apego es un vínculo afectivo que se forma entre un niño desde que nace y su cuidador principal durante los primeros años de vida, formado por pensamientos, emociones, sentimientos, sensaciones... (eventos privados, en nuestra mente).

 La calidad de estas relaciones tempranas afecta la forma en que percibimos, discriminamos, comprendemos y aceptamos las dinámicas funcionales de nuestros contextos vitales que nos rodean, enfrentando al mundo, a las vicisitudes de nuestra vida, a nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestros resultados positivos, nuestros resultados negativos, nuestros desafíos...

Este vínculo es seguro cuando se caracteriza por la consistencia en confianza, la seguridad, la reciprocidad, la validación, la aceptación, la valoración genuina (no dependiente, no comparativa con hermanos, familiares, otros niños...), con perspectiva de humanidad compartida (con otros niños, del barrio, del centro educativo, del país, del mundo...), con actitudes compasivas hacia los demás y hacia uno mismo (autocompasión), con presencia en el presente, sin anclarse en el pasado y sin preocuparse del futuro, con perspectiva de un yo observable en cada contexto, con el apoyo en el proceso de aprendizaje y desarrollo de sus competencias lúdicamente, con paciencia y con cariño, comprendiendo y respetando su propio ritmo, sin comparaciones con otros hermanos, con otros niños, sin juicios y críticas, siendo sensibles a sus necesidades para alcanzar su autonomía.

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José Javier